A pesar de tener manos pequeñas y brazos delgados Luis Banda levanta durante horas, una y otra vez, una paila que pesa 35kg para elaborar un típico dulce quiteño, las colaciones.
Son tres generaciones las que han preparado estas características golosinas de la capital para venderlas y distribuirlas en el centro y norte de la ciudad e incluso a otras provincias.
Marco Trujillo de 75 años, es uno de los fieles clientes de este lugar. ´Compro las colaciones desde que vine de Ibarra a vivir en Quito, es decir, desde hace 50 años´.
El secreto de la elaboración de estas delicias radica en ´las caricias que la paila de bronce, que tiene más de cien años, les da a las colaciones y el buen uso del carbón´, cuenta Luis.
La preparación consiste en tostar el maní y añadirle la miel, compuesta por agua y azúcar, después se empieza a mover con fuerza la paila por dos horas, para que todo se mezcle. ´Es muy sencilla la preparación´, dice el experto con una sonrisa.
Según el historiador Pedro Reino, el maní, conocido como cacahuate en otros países, es originario de America Latina. Fue encontrado por los españoles en México donde, incluso, existe una pequeña ciudad llamada Maní, parte del estado de Yucatán.
En Perú, Argentina y Bolivia también se cultiva el producto desde los tiempos coloniales. ´En Europa se introdujo luego del siglo XVI´.
Éste grano contiene un alto valor de vitamina E. Al ser un antioxidante ayuda a proteger los ácidos grasos. Evita la destrucción anormal de glóbulos rojos, trastornos oculares, anemias y ataques cardíacos, afirma la nutricionista Sonnia Hernández.
Aunque el maní no es el único ingrediente que se utiliza para elaborar el dulce ´es importante porque le da la sazón´, dice Luis.
Trujillo asiste todos los días a las 16h00 a comprar un dólar de colaciones para compartirlas con su esposa Carmen mientras ven la televisión. ´El sábado compro dos dólares porque el domingo no abren´.
Mientras Luis prepara las golosinas dice que si decidiera reemplazar a sus fieles amigos, paila y carbón, por modernas máquinas, el sabor sería distinto. ´Mi abuela y mis padres las preparaban así. No pienso cambiar la tradición´.
Luis obtuvo el título de economista en la Universidad Central del Ecuador y trabajo varios años en un banco, sin embargo, su pasión es continuar con el legado que heredó de su familia.
De lunes a sábado tiene que viajar una hora desde su casa en Cotocollao, en el norte de Quito, hasta el Centro Histórico para preparar las colaciones. ´Esta costumbre morirá conmigo, porque mis hijos no quieren aprender el oficio´, resalta Luis.
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